jueves, 29 de agosto de 2013

Los Beatles y yo



Ayer un amigo me contaba una teoría loca, de esas que surgen un miércoles a la noche después de chocarte involuntariamente con dos porrones, y que puede servirnos para el caso. Me decía que, para él, el mundo se divide en dos tipos de personas: Los que guardan registro minuto a minuto de su infancia y pueden narrar hechos pasados como si hubieran sucedido hace horas, y aquellos quienes no pueden traer una sola imagen de sus primeras vivencias conscientes sino hasta después de los siete u ocho años. No pude evitar sentirme parte. Claramente compré todos los tickets del grupo B.

Sin embargo hay una anécdota de mi infancia que sigue estando muy fresca, y la recuerdo como si fuera hoy. La primera vez que los escuche habré tenido unos cuatro o cinco años, en mi primer departamento, un Fo.Na.Vi de Rosario del Tala, chiquitito, acogedor, plagado de afecto. Recuerdo que estaba mi abuela -“Abuelina”, para nosotros- de visita. Me encontraba jugando en el living-comedor, en un momento dado el Pancho levanta la tapa del tocadiscos Noblex, y empieza a sonar “A hard day's nigth”. Mi temprana entrada al Mundo Beatle no pudo haber sido tan sublime.

Siempre dije que suenan infinitamente mejor en vinilo. Siempre. Porque su obra inigualable fue grabada y pensada para esa tecnología. Los Beatles son de vinilo. Son vinilo. Pueden darse el lujo de no llevarle el apunte a los avances en materia de sonido, a pesar de que el mercado intente imponer sus rematerizaciones en CD como lo nuevo y novedoso, rematerizaciones que, obviamente -a pesar de lo que digo más arriba-, intentaré comprar ni bien tenga disponibles dos mil pesos en mi mano. Y hoy, jueves 29 de Agosto de 2013, los tipos siguen siendo noticia, y siguen sacudiendo el mundo de la música: Se espera que salga al mercado un segundo álbum recopilatorio de actuaciones en directo, grabadas para una emisora de la BBC (http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2013/08/29/noticia_0035.html).

¿Cómo pueden estos muchachos británicos, 40 y pico años después, seguir generando tanta expectativa? El error quizá consista en pensarlos como “una banda de música”, y reducirlos solo a eso. Hace mucho tiempo dejaron de ser solo un cuarteto musical, que supo componer una infinidad de hits y vender discos como nadie nunca. Creo, la historia los ubicó en otra categoría: en la  de MITO.

Son innumerables las historias y leyendas que aún rodean a la banda y a su obra musical. Hay casi tantas anécdotas como temas que compusieron. Leyendas, como la que sugiere que Paul McCartney esta supuestamente muerto, en la tapa del Abbey Road. Dudas sobre el origen de sus canciones, un ejemplo es ‘Lucy in the Sky whit Diamonds´, de la cual nadie termina de saber si su nombre surgió inspirado en el dibujo de una amiga de Julian, que éste hizo llegar a manos de John, o es la abreviación encubierta de LSD (acido lisérgico), en momentos en que -se rumoreaba- la banda venía experimentando con esa droga. O la duda que recae sobre si ‘Eleanor Rigby’, personaje ficticio según el mismísimo McCartney, existió realmente o no. Es que años después de la separación de la banda apareció un supuesto documento firmado por la Sra. Eleanor, lo que volvió a desatar la polémica, a pesar de que Paul declarara públicamente que “Eleanor Rigby es un personaje totalmente ficticio, producto de mi imaginación, Pero si quieren probar que un personaje ficticio existe, no me molesta en absoluto”. Anécdotas de a montones: El Álbum Blanco, en realidad se iba a llamar “A Doll’s House”, pero otra banda británica de rock progresivo llamada “Family” saco, apenas meses antes, un disco titulado “Music on the Doll’s House”. Descartaron el nombre. Otra: John y Paul gritaron durante horas hasta desgañitarse, para que sus voces salieran más aguardentosas en la grabación de 'Helter Skelter', y vaya si lo lograron. Y mi preferida, por la polémica que desató en 1980. John Lennon fiel a su estilo transgresor hizo una declaración explosiva en la revista Playboy: "'Oh! Darling' fue una gran canción de Paul que no cantó demasiado bien. Yo siempre pensé que podría haberlo hecho mejor, era más mi estilo que el suyo. Pero él la escribió y por norma general el que escribe la canción la canta, así que yo no la canté, qué le vamos a hacer". No estaba tan errado. 

La verdad, de haberme tocado transitar con vida aquellos años, no se cómo hubiese tomado la tapa del diario Británico Daily Mirror esa mañana del 10 de abril de 1970, día en que se hizo pública la separación. Cuenta la leyenda que la noticia recorrió el mundo en cuestión de horas, cuando en aquel tiempo no existían ni celulares, ni los sms, ni whatsapp, ni youtube, ni la información tenia la estrepitosa velocidad de los días que hy nos tocan en suerte. Creo que lo hubiese vivido con mucha tristeza, con la congoja de entender que era el fin de una era. De final de una etapa única.

En fin, desde aquel día que me encontró jugando en el living de mi casa de Rosario del Tala, en adelante los Beatles se convirtieron en mi banda de culto. Obvio, siendo tan pequeño, la Beatlemanía ingresa con la etapa clásica, con sus cinco primeros discos. Solo entre 1963 y 1965 hicieron: Please Please Me, With the Beatles, A Hard Day's Night, Beatles for Sale, y Help. Con el correr de los años mi fanatismo se fue volviendo cada vez peor, hasta tomar ciertos rasgos obsesivos. Sacaba un disco y ponía otro. Solo los Beatlemaníacos pueden saber de qué estoy hablando. Ya en mi adolescencia pude entender en toda su complejidad la etapa experimental de la banda, la mejor, a mi entender. Rubber Soul, Revolver, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, Magical Mystery Tour, TheBeatles (más concido como el Album Blanco), Yellow Submarine, Abbey Road, y el último, de 1970, Let It Be. 

Los Beatles pueden gustar poco, mucho, o más o menos. Pero una cosa es innegable: No resulta posible pensar hoy la música moderna sin ellos. Su estilo novedoso impuso un nuevo formato para la música, que condiciono a la industria en su totalidad, dejando una marca que quedará registrada para siempre en la historia de los tiempos. Hace apenas días atrás, Charly García dijo en una entrevista: "Hay que derribar algunos mitos: Que acepten a Los Beatles como música clásica, porque lo es". Y… Si lo decís vos, Charly.


@JoaquinitoAzcu

29 de Agosto de 2013

jueves, 8 de agosto de 2013

Rosario de lecciones



Pasaron 60 horas del hecho.

Una vecina, entre sollozos, en uno de los testimonios mas escalofriantes: “¿Cómo hacemos, cómo se sigue? Tengo que volver a trabajar? Nosotros teníamos nuestra vida. Teníamos un techo”.

Un vecino gritando, y al borde del llanto: “A mi me salvo la radio, me salvó la vida en cinco minutos. Encuentro a mi vecina en medio de la escalera, perdida, porque después de una explosión así viene una bruma y viene un silencio que te destroza. No podemos morir así, no podemos morir por el descontrol”.

Exceso de fotos, videos, audios. Excesos. El estímulo audiovisual en medio de la tragedia. El show mediático esperado, el morbo y el cinismo, como compañeros inseparables. Surge -inevitable, una y otra vez.- la pregunta: En qué momento Rosario se transformo en una postal de Bagdad.

Si pasa a ser dificultoso diferenciar un collage de imágenes de Oroño y Salta, con uno de Kosovo, los Balcanes o la Franja de Gaza, algo –evidentemente- no esta funcionando bien. Algo de todo esto, imagino, habrá que repensarlo. Algunas cosas se deberán modificar, quiero creer.

Hoy por hoy, no existe sociedad que garantice la quimérica idea de una vida sin sobresaltos ni imprevistos. Dudo que estemos buscando eso. Creo que solo nos alcanza con saber que un martes a la mañana no vamos a volar por el aire, por culpa de una imprevisión. Humana, empresarial, estatal.

Rosario evidenció la improvisación. Nos hizo ver, cara a cara y en tiempo real, el hilo del que penden nuestras vidas. La fragilidad absoluta de la existencia. De todo esto podemos hacer borrón, cuenta nueva, y ‘acá no ha pasado nada’, o hacerlo carne, y accionar para que cosas como estas no vuelvan a suceder. Nuestra finitud está siempre a la vuelta de la esquina. Lo endeble de nuestra existencia subsistirá, existan o no edificios e instalaciones de gas.

Pero, justamente, para eso decidimos vivir en sociedad. Para acortar la brecha, y achicar los márgenes de la imprevisión. Y no para transformarlos en una variable del azar.


@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 8 de agosto de 2013.

jueves, 1 de agosto de 2013

Costumbrismo en microrelatos: El germen

       - Te cuento una cosa Juan: Aunque pueda parecerte un chiste, yo, antes de convertirme en estos ciento veinte kilos que ves, supe ser un guacho muy delgado, atlético, estilizado. Vos dirás “El gordo Garibaldi, estilizado?”. Todo empezó de muy pendejo. Mi temprana hiperactividad, de esas que enloquecen a cualquiera, llego a preocupar mucho a mis viejos, que en aquel tiempo hicieron infinidad de intentos por hacerme bajar las revoluciones. La idea, por recomendación de un psicólogo amigo (psicólogo de la vieja escuela, de esos que creían que obligándote a hacer mil cosas podían hacernos bajar la intensidad) era que gastara energías, y así, llegada la tarde/noche, ya pudieran tenerme lo suficientemente agotado como para no transformar su momento de descanso diario, post jornada laboral, en el averno. Elaboraron estrategias bastante improvisadas, sin ninguna sistematicidad, que abarcaron diferentes campos de acción a lo largo de los años. Una de ellas, por ejemplo, fue la de enviarme a tomar clases de ingles. Las clases de ingles, en aquel momento, años `80, eran a la siesta, después de haber asistido a la escuela por la mañana, o sea, a la hora en que, de pendejos, tocaba salir a jugar a la calle. El resultado de este primer intento fue que terminé detestando profundamente la lengua anglosajona, y a la Cultural Inglesa Rafaelina, como institución castradora de la niñez. La tortura duró solo dos años. Termine abandonando. Pero mis viejos no se resignaban y la estrategia no se quedó ahí, incluyó una incursión por diferentes disciplinas artísticas: teatro, pintura, clases de guitarra. Todas infructuosas. Y después de tanto fracaso, ya bordeando la desesperación, me terminaron empujando a la práctica de diferentes disciplinas deportivas. Básquet, Futbol, Voley, Tenis. Y fue casualmente sobre ésta última -a pesar de haber asistido solo seis meses a clases- que me quedo un muy grato recuerdo. Creo que en ese momento, con tan solo diez años de edad, no terminé de comprender ciertas profundidades del Tenis, pero evidentemente algo hubo en ese deporte, que me dejo una espina enterrada en el inconsciente. Muchos años después, en mis veintes, siendo ya muy aficionado a Grand Slams, Master 1000´s, y cuanto torneo se transmitiera por tele, decidí retomar las clases nuevamente. 

La madurez y el correr de los años terminaron por darme la razón: Había algo especial en ese deporte maravilloso. El tenis es algo único, y tiene un sello que lo hace distintivo: probablemente no exista otra disciplina deportiva que exija una toma de decisiones tan permanente, continua, sostenida. Y que a su vez, cada una de esas decisiones puedan ser tan determinantes en lo inmediato, de una manera tan contundente. El tenis son fracciones de segundos. El Tenis son milímetros, en donde la pelotita caerá del lado bueno o malo del fleje. Se trata de ganar y de perder. Un punto, el set, el partido. El Tenis es un estado de ánimo, que condiciona aciertos o desaciertos. El margen de error es tan pero tan ínfimo que un poco asusta.

       - Ya se Juan, me puse autorreferencial, masturbatorio. Pero entendeme, hacer una metáfora sobre el tenis y la vida puede funcionar tranquilamente, y aparte, es lo que me surge en este momento con algunas copas de más, no me reprimas che! Que el alcohol me suelta la lengûa, y vos como nadie conoce mis miserias. Cometí todos los errores que un adulto puede cometer. Tome pésimas decisiones en los últimos quince años. Me volví el más conservador, cuando la circunstancia pedía a gritos liberarse y soñar. Tiempo después, con tremendo antecedente en la espalda, quise jugármela, soltarme, pero elegí un mal momento para hacerlo, cuando era previsible el fracaso. Que, como buen negado, no quise ver. Despilfarre toda la guita que tenía. Espante a mis mayores afectos. Tome pésimas decisiones. Encadenadas una tras otra, como si  así me lo hubiese propuesto. Pero acá me tenes, rearmando las piezas. Y si de toda esta descarga puedo concluir una cosa es que la vida, como el Tenis, también se constituye de milésimas de segundos, de milímetros. Y en ambas cuestiones, el margen de error siempre es muy pequeño.


Ganar, perder, triunfar, fracasar. Todas palabras que gobiernan nuestro inconsciente y condicionan nuestras decisiones. Que nos llenan de miedos. Entre la idea absoluta del éxito y el vacío existencial se puede observar una correlación siniestra, y empíricamente comprobable. El deseo de triunfar en las cosas que hacemos puede servirnos como incentivo, como elixir motivador para seguir caminando, pero nunca permitir que subordine nuestros actos en la vida cotidiana hasta llevarnos a la inercia, a la inmovilidad. Ganar/Perder. Triunfar/Fracasar. Falsas dicotomías del sistema, la mentira mejor camuflada de esta gran Mátrix. 

       - Cómo nos embaucaron con esa gilada, Juan, y nosotros seguimos comprando buzones como si fueran espejitos de colores. Si al final, el viejo hijo de puta de Churchill tenía razón cuando decía que 'el éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse'. Por eso digo, Juan, en la vida, como en el tenis, terminé aprendiendo que no hay tantos secretos. Que se puede ganar o se puede perder un partido. Pero a lo que jamas tenemos que renunciar es a tomar decisiones. El secreto es convencerse, aferrarse a una estrategia y jugar en consecuencia. No privilegiar tanto la técnica, sino la táctica. Jugársela. Tirar winner's pegados a la línea, a riesgo de que la bola se termine por ir larga. Porque es ahí -en ese segundo, cuando soltemos ese drive o ese revés-, donde vamos a sentirnos vivos. Más vivos que nunca. En ese milímetro de más o de menos, en el que la pelota se irá larga o tocará el fleje, hay una decisión que aloja un germen de libertad. Y después de eso, de que logremos sentir a ese germen recorriendo nuestro cuerpo, vamos a darnos cuenta que ganar o perder el partido pasa a ser insignificante. Mediocre. Y ya te lo dije hace rato Juan, nosotros dos, no vinimos a este mundo para quedarnos mediocres.


@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 1º de julio de 2013