martes, 6 de octubre de 2015

Semblanza de aquel acoso (participación en Grand Slam de Poesía Oral Copa Feria del Libro 2015)



Semblanza de aquel acoso

El ruido se sintió seco, secuenciado, repetido de a pares: toc-toc, toc-toc, toc-toc. Me preguntaba quién podía golpear la puerta de esa manera. Pensé en esa constante que gobierna el universo: a toda causa sobreviene un efecto, a toda acción una reacción. Y la vehemencia de ese llamado parecía un preanuncio. Una advertencia de que había llegado la hora de pagar los platos rotos de ese cumpleaños metafórico que se estaba terminando. Como si quien estuviera golpeando detrás de esa puerta fuera el karma.

Mi historia con ella comenzó hace un tiempo atrás, durante aquel invierno incisivo. El recuerdo de nuestro primer contacto es difuso, quizá porque mi inconsciente selectivo y traidor haya hecho gran esfuerzo en reprimirlo, pero de algo estoy seguro: Ella empezó apareciéndose en mis noches. Pasado un tiempo y sin siquiera darme cuenta también se hizo parte de mis mañanas, se atrevió a interrumpir el rito sagrado de la siesta, se haría de mis tardes, hasta convertirse en factor disruptivo de mis sueños. Fue avanzando lentamente. Como una suerte de invasión silenciosa que escalaba posición tras posición.

El tiempo siguió transcurriendo y la cosa se fue poniendo más espesa. Ustedes saben, vivimos épocas extrañas, épocas gobernadas por palabras extravagantes, grotescas. E-mail, Whatsapp, Chat, Tinder, Badoo. Y el correr de los días hizo que todo aclare y oscurezca simultáneamente, porque estas apariciones abrumadoras e incansables, terminaron por hacer síntoma en esa sub-especie de acoso en boga por éstos días: el hostigamiento textual. Así, en breve, mi celular dejó de ser solo mi celular para pasar a convertirse en una suerte de arma de uso prohibida expresamente por la Convención de Ginebra. Y ya lo preocupante no fue más su evidente pulsión neurótica vehiculizada en una avalancha irrefrenable de mensajes de textos, ventanitas de diálogo, y diferentes interpelaciones en formato de escritura, sino la manifiesta incapacidad para identificar lineas divisorias entre amor, obsesión, locura y co-dependencia emotiva.

Los acontecimientos llegaron a precipitarse de tal manera que pronto dejó de tener sentido intentar escapar, ella siempre se haría de algún artilugio para encontrarme, la manera de volver a sujetarme, situación que alimentaba un confuso sentimiento de culpa y hacía mella en la convicción de que -quizá- eso que me tocaba, eso que estaba aconteciendo, era mi karma. Debía serlo. El karma de llevar a cuestas y por tiempo indefinido a una acosadora serial. A una relación platónica, que se resistía a entender que el amor, al fin y al cabo, es hacer fuego con ramas húmedas. Era la profecía autocumplida hecha carne, concreción fáctica de esa máxima que siempre creí irrefutable: “Merecerás cada cosa que te suceda”. Y si el revoloteo de una mariposa en Pekín es capaz de provocar un tsunami en Manhattan, esto se parecía mucho a una condena ancestral que intentaba cobrarse con retroactivos el daño colateral inflingido en cada uno de mis amoríos. El asedio llegó a tal punto que la atmósfera se tornó irrespirable, y era hora de poner un corte. No fue fácil, debí ser cruel. Me vi obligado a serlo poniendo esta semblanza en palabras y, prácticamente, forzándola a leerla.

Así vinieron días oscuros, de fría venganza y soledad hospitalaria. Apeló a los recursos más viles que tuvo a su alcance para desacreditarme. Me acusó infinitamente de muchas cosas: de ser parte de la Sinarquía Internacional, miembro de la Francmasonería, propagador del Sionismo, agente encubierto del Estado Islámico, y puntero del PRO en la Comuna 14 de la CABA. De estar gordo, pelado, de tener la dentadura a la miseria, un testículo menos y un pezón de más. Y lo doloroso no era escucharla vociferar públicamente improperios a destajo, sino ser consciente de que algunas o muchas de esas cosas eran ciertas. Infructuosamente intente acercarme, intente explicarle que no debía tomase esa molestia, que bastante sabía de fracasar solo y sin ayuda de nadie. Pero era tarde.

Pasó ya un tiempo largo desde sus últimos arrebatos. Me siento raro, quién lo diría. Quizá fue acertado su vaticinio de que tarde o temprano terminaría extrañándola. Es que vivimos engañados pensando que el tiempo cura las heridas, y en realidad el tiempo no cura nada. El tiempo es, en si mismo, la herida. La historia relatada, por vulgar y ordinaria que sea, dejó secuelas, me hizo acreedor de un capital sólido en miedos y frustraciones. Debí refugiarme en la poesía, eso probablemente haya salvado mi vida. Como supo decirle aquel cartero a Neruda “La Poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita”.

Ahora, pasado el temporal, creo haber encontrado una cierta calma. Y créanme, es aterradora. Aquel ruido seco, secuenciado y repetido de a pares en la imaginaria puerta de mi casa resonará en mi cabeza por mucho tiempo. Fue mi karma. Lo era. Y muy merecido lo tuve.



@JoaquinitoAzcu
Grand Slam de Poesía Oral – Copa Feria del Libro

Santa Fe, 20 de Septiembre de 2015.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tres poemas en musa


Reencuentro

Quince años de invierno
y cuatrocientos kilómetros de distancia.
Metáfora de una historia;
paradoja de apariencia irresoluble.
Números que me obsesionan, 
pero que me inundan de vida.

Sos esos ojos rasgados.

Esa mirada que se posa sobre mí; 
un poema melancólico de Machado,
esas mariposas.
Que me llenan de un 'Se puede',
de un 'Esto sí vale la pena'.


Entresueños


Hoy, entresueños, decidí que quiero tenerte como compañerita de vida.
Fantasié nuestros cuerpos entrelazados, noche tras noche, eternamente;
Pude imaginarte en mi regazo, piel con piel, meciéndote, suave, sutil;
Y concluí: nada malo puede germinar entre tanto afecto.

Hoy, entredormido, escribí mentalmente estos primeros versos.
Contigo mis sueños son en prosa, musa de estrofas acarameladas;
Razón de mi deseo, motor de mis acciones, enfermera de mis miedos.
Sos el velo que todo lo tapa, que me embriaga, y no me importa que así sea.

Hoy, entresueños, decidí que quiero tenerte como compañerita de vida;
pero hasta dudo que así haya sido, si seré yo quien tomó esa decisión
O será todo esto que nos pasa, hermoso e insondable nos pasa,
quien estará tomando decisiones por mí. Y por nosotros.


Amor desinteresado

Me prometí quererte con desenfado

con estrofas puras de toda pureza.
Y descubrir una nueva forma de amar, 
sin correspondencia, sin esperanza, sin ligereza.

Me prometí que seguiría con esto, 

sin miedo a que dure poco. 
Sin miedo a que no sea lo esperado, 
sin miedo a volverme loco.

Porque el loco de toda locura,

por fuera de toda razón y consuelo,
una cosa seguro ha entendido:
Para poder ser feliz no se debe tener miedo.




@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 16 de Septiembre de 2015