lunes, 21 de octubre de 2013

Costumbrismo en microrelatos: Fragmentos de una noche de verano


Noche de sábado. De un febrero agradable, o al menos así lo recuerdo en mi cabeza. Venía de tener meses agitados, conflictivos, olvidables. Eso, quizá, potenciaba la necesidad de salir a despejarme con amigos. Recomendados por Damián terminamos yendo a una fiesta en una quinta alejada de la ciudad que, según él, se presentaba piola. “Algo vamos a enganchar seguro” dijo, poco convencido. La ansiedad por la llegada al evento fue inversamente proporcional a la desazón de su chatura, como usualmente sucede cuando ensayamos grandes expectativas. La noche se consumía. Pensaba: haberme convertido en un ‘aburrido’ fue -tal vez- lo más interesante que me sucedió desde la separación: al menos me liberó de la obligación de ser sociable.

En ese momento me choco con ella. Empezamos a charlar. Se llamaba Berenice, me explica que en griego significa "Portadora del triunfo". 28 años, trabajadora social. Era flaca y sin embargo no era histérica. La noche parecía querer mejorar. Se declaró fanática del Jazz y el cine. Confiesa su debilidad por Miles Davis. - Si? Me gusta Miles, pero prefiero a sus predecesores: Charlie Parker y Dizzy Gillespie. “Davis es superador”, dice convencida. Sonrío y comento:
- ¿Sabías que Miles era un jodido, no? El tipo solía tocar la trompeta de espaldas al público. Odiaba los pedidos de bises, tenía fama de amasijar periodistas, e insultaba a sus propios músicos en vivo.
- Sabía. Te falto agregar que era muy de putear públicamente a los 'blancos'. Con bastante frecuencia. Sigue siendo mejor Miles Davis.

La cosa no quedó ahí. Declamó su admiración por el cine y por Ingmar Bergman. Había visto veintidós de sus casi cuarenta películas. No me animé a decírselo en ese momento, pero, a razón quedar como un bestia, debo confesarlo: me aburre terriblemente Bergman. Salvo excepciones como Fellini o Godard, los cineastas europeos suelen ser un tedio. Traté de ser lo más sutil que pude: “A mi dejame con Woody Allen que soy feliz”. Me cuenta que de chica era fanática de Charles Chaplin. Recordé una anécdota imperdible y poco conocida de ese genio cómico: La leyenda cuenta que en 1915, durante uno de sus viajes a San Francisco, a Chaplin le hacen llegar la noticia de que por esos días se organizaba un concurso de imitadores de Charlot, su principal personaje fílmico. Decidió inscribirse de incógnito. Increíblemente para el jurado, Chaplin, no fue lo suficientemente bueno imitando a Chaplin y no pasó siquiera la primera ronda. Los jueces le dieron una de las peores calificaciones de su tanda.

Y ya para ese entonces era indisimulable. Habíamos pegado onda. Histeriqueamos. Nos mirábamos con cierta picardía inocente, y se hacían silencios prolongados. La piba tenía ese no se qué inexplicable, que nos enloquece a los tipos: Intriga. “Estoy hasta las manos”, pensé. Sabía que de esa no iba a zafar tan fácil.

Pasaron apenas días después de esa noche: 
- A vos te pasa lo mismo? -me dice- 
- Qué cosa?
- Te cosquillea la panza cuando me ves? 
Me agarró de sorpresa la pregunta. No estaba seguro si me sentía aún en ese lugar. Qué decir para no quedar como boludo, pensé hacia mis adentros. Sonrío. 
- Me parece que nosotros dos la vamos a pasar bien.
- Tengo un poco de miedo, un poco me asusta todo esto.
- No te preocupes, a mi también. 

¿Cuánto debemos tardar en enamorarnos? Todos sabemos que existe parámetro para medir eso. Empezamos a salir. Fueron meses intensos. Compartimos alegrías y tristezas. Las semanas pasaban y pasaban. Pero todo empezó a cambiar. Todavía me pregunto en qué momento todo eso dejó de ser interesante. O por lo menos, en qué momento dejó de interesarme. No sé. Solo tengo claro que ésto de ser un muchachito de clase medía, que paga su sesión semanal de psicólogo, y vive conflictuado con el suicidio, no es negocio. Y cuando las cosas empiezan a ir mal, seguro terminan peor. Una tarde me pide que nos encontremos en Las Delicias: 
- Estoy embarazada -Me dice-
- Pero… y cómo? Cuándo? –Mi cara de boludo debe haber sido muy convincente-
- Importa eso? Qué hacemos, Juan?
- Tenelo –dije, inconsciente de tan categórico lapsus: “tenelo”, y no “tengamoslo”-.
- Claro, para vos es fácil. Si sos un egomaníaco narcisista de manual. Ni siquiera te das cuenta de lo complejo que es este asunto. Sus consecuencias. Cualquiera sea la decisión que tomemos. Y fijate cómo me molesto de incluirte en mi vocabulario y en la desición, a diferencia de vos… 

Pasaron un par de días. Recomendados por una amiga de ella la acompañe a la casa particular de un médico clínico del Cullen, que hacía esas intervenciones en una habitación preparada que tenía en el fondo. Después del aborto ya nada fue lo mismo. Vinieron días de frío, y silencios abrumadores.
- No te quiero ver más.
- Y yo qué hice? –balbucee
- Nada hiciste, Juan, no se trata de vos, ni de mi. Simplemente no quiero ni puedo verte más. 
Y sí. Era fundamental que ya no hiciese tanto frío en medio de los dos. 

Hoy, muchos años después, me doy cuenta que deje pasar una de las relaciones mas reales que tuve en mi vida. Y dudo que vuelva a poder sentir esa profundidad. Esa sensación de volar y volar. Tal vez pude haber sido feliz. Ingenuamente. Pero me tocó ser yo.

Viví muchos años con culpa, y quizá aún sigo cargando con ella. Puedo decir que no estoy precisamente triste. Estoy perplejo ante un desasosiego que crece. Quizá el error consista en creer que al mundo se lo esta tragando una grieta inmensa, cuando en realidad el mundo es la grieta.

Y pensar que sólo me tengo a mi mismo. Qué consuelo tan pobre.


@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 21 de Octubre de 2013.

martes, 1 de octubre de 2013

"El camino uruguayo" (Nota publicada en La Vanguardia -órgano de difusión del PS, de Septiembre)

Días atrás la noticia sacudió a América Latina y fue tapa de los principales diarios del mundo. Uruguay decidió hacerse cargo de una realidad social, abordándola en toda su complejidad y allanando el camino a la implementación de una política de Estado. En esta nota se reseña en qué consiste el camino elegido por el país vecino.

Tuvimos un comienzo de agosto atípico en este hemisferio: la Cámara de Diputados de la República Oriental del Uruguay, en una ajustadísima votación, con 50 votos a favor y 46 en contra, daba media sanción a un innovador proyecto de ley, que legaliza la marihuana, y le otorga al Estado facultades para producir, comercializar y distribuir la sustancia, situación que reaviva nuevamente el debate postergado en la región sobre la necesidad de caminar hacia un nuevo paradigma en el abordaje del consumo de estupefacientes. 

Las políticas de regulación de la marihuana a nivel mundial varían de país a país pero, a grandes rasgos, podemos decir que existen tres formatos:
a) Los que han declarado al cannabis como ilegal y mantienen la penalización;
b) Quienes declararon la ilegalidad pero han despenalizado ya sea su consumo o tenencia;
c) Los estados que optaron por regularla.

El imaginario simbólico remite en este tercer grupo –erróneamente– a Jamaica, país en el que legalmente están prohibidos el consumo y la venta de la planta. Otro caso conocido es Holanda, donde el consumo y posesión en pequeñas cantidad no está penalizado, y mantienen regulada la venta de cannabis y derivados a través de los coffee-shops. Países en los que el consumo –no el tráfico– también se encuentra despenalizado son, por ejemplo: Italia, Suiza, Alemania, Bélgica, España, Portugal.

En Estados Unidos la cosa es más compleja, pues el consumo está penalizado a nivel nacional, pero es legal en Colorado y Washington, y se encuentra despenalizada en otros 14 estados. Y el caso más raro es Corea del Norte, donde el cultivo, venta y consumo de cannabis no está regulado por el gobierno, ni tampoco está clasificada esa planta como droga.

Hasta este momento, podemos afirmar, ningún país en el planeta se había animado a tanto. Y por eso es saludable la iniciativa. Uruguay dio una clara muestra de madurez política, y de soberanía. Decidió hacerse cargo de una realidad social, abordándola en toda su complejidad y allanando el camino a la implementación de una política de Estado que podrá dar respuestas a usuarios recreativos, que producirá las adaptaciones necesarias a su sistema de salud, que abre las puertas a la regulación para el uso medicinal, y que servirá para enfocar la mirada represiva exclusivamente al combate del narcotráfico.


¿Qué se aprobó en Uruguay?

El proyecto de ley con media sanción consta de 44 artículos, y regula la problemática desde tres esferas diferentes: por un lado una regulación individual, que habilita el autocultivo, con el tope de hasta seis plantas hembras, y 480 gramos de cosecha por año. Luego una esfera comunitaria, a partir de la regulación de los Clubes de Membresía (popularmente conocidos como Clubes de Cultivo), los que pueden tener un mínimo de 15 miembros y 45 de máximo, 99 plantas como tope, y producir una cantidad máxima de 40 gramos por usuario. Y la tercera esfera regulativa abarca al modelo comercial: la venta en farmacias, también hasta 40 gramos por mes, excluyente con el autocultivo y los Clubes, a través de un registro de compromiso, en el cual el usuario se compromete a no comprar más de esos 40 gramos de marihuana. O sea, todos los usuarios (que deben ser mayores de 18 años) deberán registrarse, con la debida protección de datos personales.

Para todo esto, el Estado uruguayo crea el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA), que dependerá del Ministerio de Salud Pública, y será el encargado de regular toda la actividad: desde la producción hasta el expendio en farmacias.

Lo llamativo es que, pese a que aún no está aprobada la ley, cuatro días después de la media sanción el director de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, anunció que las farmacias venderán el gramo de marihuana a U$S 2,5 "para que esté en línea con el mercado negro" y evitar "desviaciones de producto de un mercado a otro". El mismo Calzada también afirmó que no se brindarán más de 30 licencias en total a empresas que quieran plantar marihuana de manera legal. Todo esto da cuenta de la magnitud del negocio, y explica en gran parte el porqué de la proliferación de bandas narcos en toda la región.

Queda claro que la marihuana no es una sustancia inocua (como no lo es ningún estupefaciente, sea legal o no), y que puede acarrear en mayor o menor medida efectos no deseados en nuestra salud, justamente por eso se decidió regularla. Pero vale la pena resaltar –y puede corroborarse en la versión taquigráfica– que gran parte del debate en Diputados estuvo centrado en las aplicaciones del cannabis desde una esfera científica. En el campo medicinal, por ejemplo, la industria farmacéutica investiga y desarrolla cannabinoides como calmantes, sustituyendo a los opiáceos. También investiga aplicaciones para el tratamiento de diferentes tipos de cáncer.


El camino a recorrer en nuestro país

Cuando hablamos de despenalización y nuevo abordaje de estupefacientes en Argentina nunca lo hacemos con la idea de fomentar o relajar la idea del consumo. Pero tampoco creemos saludable seguir tapando el sol con la mano, y negar las nefastas consecuencias aparejadas por la ley nacional 23.737, tras 24 años de aplicación. Dicha norma nunca fue una herramienta útil para combatir el narcotráfico, no redujo niveles de consumo, y multiplicó por las nubes el número de causas penales a consumidores con cantidades mínimas –quienes desde 2009 se encuentran amparados por el fallo Arriola, que declaró inconstitucional la Ley 23.737 en esos casos– saturando el Sistema Judicial. El paradigma prohibicionista nos está llevando a un callejón sin salida. A una paradoja, que busca eliminar los posibles daños que puede causar una sustancia, generando mucho más daños que la sustancia misma.

Por otro lado, también es cierto que detrás de la posibilidad de fumar o no un cigarrillo de marihuana se juegan cuestiones conceptuales muy profundas. Estamos discutiendo nada más ni nada menos que los alcances de nuestra libertad individual, los limites del Estado, y la posibilidad que tienen nuestros representantes de imponernos un modo de vida determinado, creyendo saber qué cosa es lo mejor para cada uno de nosotros. Algo muy propio de la modernidad, y la concepción de biopoder, en términos de Michael Foucault. El control de los cuerpos, en el marco del aparato de producción económica, y la sociedad de consumo.

Diferenciar el consumo del narcotráfico es la clave para comenzar a dialogar. La educación y la información son herramientas fundamentales a la hora de abordar la temática en forma multidisciplinaria. Pero todo esto se logra reavivando este debate que, a nuestro entender, es impostergable. En ese camino estamos, y la respuesta uruguaya –de la que el mundo entero ha comenzado a hablar– abre una puerta importantísima. Hacia ahí, creemos, debemos empezar a caminar.


“LA VANGUARDIA”
Mes/año: septiembre de 2013.
Autor: Por Joaquin Azcurrain*
Pie de autor: *Grupo de Despenalización - JS Ciudad de Santa Fe