viernes, 2 de diciembre de 2016

Cuba sos vos


No me voy a detener en el debate vacuo sobre si Cuba es una revolución o una Dictadura. Tampoco quiero detenerme a discutir cuántos fueron los logros y cuáles los excesos de un sistema de gobierno que lleva casi 60 años de existencia en ese país. No pretendo con estas líneas intentar dilucidar falsas consignas, que inexorablemente nos lleven a conclusiones inconclusas, a debates ficticios, a una espiral interminable de argumentos desencontrados: sobre si Cuba SI o Cuba NO, sobre si blanco o negro, River-Boca, Beatles-Rolling's, Billiken o Anteojito.

Y la razón por la que no me interesa discutir Cuba en términos de antinomia tiene que ver con haber llegado a la siguiente conclusión: Cuba sos vos. Cuba sos vos, Cuba soy yo. Cuba somos todos. Debatir Cuba es debatir las contradicciones y tensiones mismas de nuestra condición, o mejor dicho, discutir el zoon politikon Aristotélico, discutir al hombre como animal político. Dudo que haya existido un proceso social y político más impregnado de humanidad que el de la Revolución Cubana, o como dijera Marx, nada de lo humano le fue ajeno. Tanto a Cuba, como a su mayor hacedor y referente, Fidel Castro Ruz.

La muerte de Fidel fue el acto simbólico que puso fin al Siglo XX. Y con ello se reabren nuevos escenarios e interrogantes, tanto para Cuba como para el resto del Mundo, porque el mundo también debe decidir qué hacer con Cuba, nunca debemos dejar de tener presente que existe un Bloqueo sobre la isla, que lleva 56 años. Cada vez que debatamos sobre ese pequeño pedazo de tierra perdido en el Caribe, no debemos perder de vista que -aún hoy- se la continúa sometiendo sistemáticamente a un bloqueo económico y político brutal, situación que puede llevarnos a concluir lo siguiente: no podemos evaluar con la misma vara, e iguales parámetros, los hechos políticos e históricos que rodean a Cuba y compararlos con el devenir de cualquier otro país del planeta.

Y a pesar de esos 56 años de bloqueo, Cuba tiene muchas cosas para mostrar y sentirse orgullosa: es dueña de uno de los mejores sistemas en salud y educación de habla hispana, contando con -según datos de UNESCO- la tasa más baja de analfabetismo. Cuba es el país con menor indice de mortalidad infantil en todo el continente; los porcentajes en materia de inseguridad son los mas bajos de toda américa, y esto es fácilmente comprobable, sorprende ver a cubanos y cubanas caminando por las callecitas de la Habana Vieja o por el Malecón, a cualquier hora de la noche, tomados de la mano, abrazados, distendidos, sin ningún miedo.

Cuba nunca volvió a ser la misma desde la caída del muro en 1989. El llamado Período Especial golpeó fuerte a la isla, viéndose obligada a vivir en una austeridad absoluta. Austeridad que no surgió de haber sanjado aquel viejo debate de los incentivos morales por sobre los materiales, sino del fracaso de la revolución en desarrollar una economía sustentable a mediano y largo plazo, que abandone la dependencia exclusiva del monocultivo de azúcar, y la industria del tabaco.

Pero como dijimos al princio, Cuba tiene su lado B. Dueña como nadie de sus propias contradicciones, así como se pueden mencionar muchos de sus logros, Cuba también es la Cuba de los excesos en materia de control social; de la persecusión incansable a opositores y a ciertas minorías; de la evidente escaces de derechos políticos e individuales. Cuba no es mi modelo político de referencia, tuve mi divorcio con los fusilaminetos de abril de 2003, hecho que en aquél momento dasató un fuerte debate entre los intelectuales de izquierda en el mundo, y que tuvo a Saramago como su principal vocero: “Hasta aquí he llegado”, fue la frase del conocido pensador. Y fuimos muchos.

Entiendo que existen muchas libertades por conquistar, pero que serán (y deben ser) los própios cubanos los encargados de ir abriendo brechas en su propia historia. No lo haremos nosotros desde acá, sentados frente al televisor y rodeados de las bondades que nos propone el capitalismo y la sociedad de consumo -como si realmente pudiéramos ponernos en ejemplo de algo-, ni tampoco lo deben hacer aquellos que, escudados en el discurso de la democrácia y la libertad, han sometido a naciones enteras a lo largo de la historia, al amparo de proyectos imperialistas invasivos.

Quizá la muerte de Fidel termine siendo una contribución más a la historia de Cuba. Quizá la partida de ese lider indiscutido, con sus blancos, grises y negros, sea una bisagra que proporcione aire fresco a ese ideal de lucha por una sociedad más justa e igualitaria, que supo impregnar a esa gesta de 1959. Para que se renueven las voces, para que la palabra recobre centralidad, y la batalla de ideas revuelva todo lo que haya para revolver. Ese anhelo de libertad es el que inspiró Fidel con la llegada del Granma, y que transformó a Cuba en un país digno y soberano, la que debe marcar el paso en la vida de los cubanos. Y que pueda ser esa Cuba, una vez más, quien resignifique y pueda darle un nuevo sentido al principio de autodeterminación de los pueblos.

@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 2 de diciembre de 2016

martes, 1 de marzo de 2016

De fantasías y laberintos (Slam de Poesía Oral Entre Ríos - Febrero 2016)


"Andábamos sin buscarnos, 
pero sabiendo que andábamos para encontrarnos..." 
(Julio Cortázar, fragmento de "Rayuela")

Me enamoré por primera vez a los siete años. Fue de una compañerita de escuela en Rosario del Tala, mi pueblo natal. Morocha, linda sonrisa, fulgor en la mirada, dos coleros en el pelo, cuello de tortuga en invierno y piernas descubiertas en verano. Recuerdo mis innumerables esfuerzos para llamar su atención. Durante meses ensayé diferentes estrategias: ramos de rosas, jazmines, chocolates, manuscritos de puño y letra. Esfuerzos que finalmente no darían resultado. 

Así, con apenas siete años se configuraría mi primer desamor. El paso del tiempo me ayudó a entender algunas cosas. Que la no correspondencia es una especie de accidente y que -como cualquier accidente- puede ocurrir y suele ser doloroso. Pero que también es un aprendizaje que se debe transitar. Y es en ese tránsito donde aprendemos que tampoco es algo tan terrible, y que no se nos va la vida en un desaire.

Entonces me fui poniendo grande. Y ya en mi adolescencia, un día fresco de abril, sentado al pie del eucaliptus que decoraba el patio de la casa de mis viejos, empecé a fantasear sobre el amor, sobre cómo sería el amor para mí, qué forma tendría. Entonces flashee que el amor tendría pelo oscuro y una edad parecida a la mía. Que sentiría debilidad por el cine y las películas. Que sabría tocar la guitarra. Que pasaríamos tardes enteras escuchando Spinetta y Los Beatles. Que le encantarían los amaneceres, el otoño sería su estación favorita, y además sabría hacer medialunas caseras. 

Pero la vida real tiene más vueltas de tuerca que nuestras fantasías. Y ese amor finalmente se materializó por primera vez en mi vida pisando los 20. Pero aquel amor no tenía pelo oscuro, ni tampoco mi edad. Ni siquiera vivíamos en la misma ciudad. Ella no escuchaba Los Beatles ni a Spinetta. Ese amor disfrutaba mucho dormir, pasaba de largo los amaneceres, y desconocía la receta para hacer medialunas caseras. Pero ese amor, de ojos rasgados y sonrisa plena, creaba mundos y caricias adictivas. Rebosaba una ternura inocente y promesas de eternidad. Aquel amor equilibraba felicidad, miradas hipnóticas y cierta melancolía que hubiera inspirado guiones del mismísimo Woody Allen. A pesar de todo no fue sencillo. El correr de los meses y la dificultad para vernos comenzó a enrarecer esa atmósfera de sol radiante, llegaron los días grises y un invierno que enfrió todo a su paso. El amor se fue apagando. Ese amor cambió. Y un día, así como supo llegar a mi vida, aquel amor se fue, llevándose partes de mí. Esa autenticidad propia de un amor genuino dejaría sensaciones únicas que, instintivamente, buscaría repetir hacia adelante. 

Pero tocaba seguir caminando con esa cicatriz a cuestas. Y me fui a estudiar a Santa Fe. Era otra época. Vinieron años de relaciones largas y tormentosas. Relaciones de pelo morocho, rubio, rojizo, que recitaban poemas de Rimbaud, cuentos de Borges y textos de García Lorca. Relaciones de afectos intensos y simbióticos, que moldearon una parte importante de la persona que veo cuando miro el espejo. Pero en cada caso, el transcurso de los meses le abría lugar a la oscuridad, a los celos, a formatos posesivos y asfixiantes. El amor se alejaba una y otra vez. Y aquel flasheo al pie del eucaliptus de la casa de mis viejos se iría poco a poco desvaneciendo.

Entonces terminé la facultad a duras penas. Decidí refugiarme en la profesión, pegué laburo en un estudio austero, en calle Saavedra y Santiago. Pero la frustración seguía siendo grande. Con el correr de los años vinieron las preguntas, los autoreproches, y la amarga pero sólida percepción de haber estado viviendo equivocado, empecinado en una ilusión que la cotidianidad, la rutina y mis mambos se encargaban de dinamitar siempre y en cada oportunidad. Y cuando la falta de respuestas parecía meterme en un laberinto, el timbre del Whatsapp saludaba a Copérnico y mi vida daba un giro con el mismo nombre própio. Del laberinto se sale por arriba, dicen, y quince años después de aquello inolvidable, aquel amor de mis veinte, ella reaparecía igual de hermosa que como la recordaba. Pero ese amor había crecido, hablaba con otras palabras, olía distinto y escuchaba Spinetta. Leía a Lacán, Galeano y Dickens, tenía un pearcing en el obligo, no se llevaba bien con sus caderas, y se veía increíble en lencería. Dejamos de chocar los dientes al besarnos, y nadie pudo jamás acurrucarse como nosotros.

Quizá el amor, ese amor igual pero distinto, haya sido la escalera para salir del laberinto. Y en eso reside algo verdaderamente maravilloso. Y es el caer en cuenta que el amor no avisa cuándo llegará a nuestra vida, ni cómo. El amor no toca nuestra puerta, ni nos hace una llamada perdida para advertirnos que viene en camino. El amor es caprichoso, una especie de desencuentro perfectamente orquestado. El amor es sentir que se pueden crear mundos dentro de este mundo. 

Por eso, cuando tengamos el amor frente a frente, abracemoslo. Abracemoslo fuerte y no lo soltemos hasta que sea el momento exacto de hacerlo. Porque un amor verdadero es aquel que vivimos dispuestos a perderlo, ese que llega a nuestras vidas de manera inesperada y se retira, también, inesperadamente. Entonces, cuando el amor llegue abracemoslo fuerte. Y cuando llegue el momento de soltar, cada vez que esto suceda, respiremos profundo, miremos al cielo y susurremos al viento: “Gracias por haber venido”.


@JoaquinitoAzcu
Slam de Poesía Oral Entre Ríos – Paraná  
Febrero 2016

martes, 6 de octubre de 2015

Semblanza de aquel acoso (participación en Grand Slam de Poesía Oral Copa Feria del Libro 2015)



Semblanza de aquel acoso

El ruido se sintió seco, secuenciado, repetido de a pares: toc-toc, toc-toc, toc-toc. Me preguntaba quién podía golpear la puerta de esa manera. Pensé en esa constante que gobierna el universo: a toda causa sobreviene un efecto, a toda acción una reacción. Y la vehemencia de ese llamado parecía un preanuncio. Una advertencia de que había llegado la hora de pagar los platos rotos de ese cumpleaños metafórico que se estaba terminando. Como si quien estuviera golpeando detrás de esa puerta fuera el karma.

Mi historia con ella comenzó hace un tiempo atrás, durante aquel invierno incisivo. El recuerdo de nuestro primer contacto es difuso, quizá porque mi inconsciente selectivo y traidor haya hecho gran esfuerzo en reprimirlo, pero de algo estoy seguro: Ella empezó apareciéndose en mis noches. Pasado un tiempo y sin siquiera darme cuenta también se hizo parte de mis mañanas, se atrevió a interrumpir el rito sagrado de la siesta, se haría de mis tardes, hasta convertirse en factor disruptivo de mis sueños. Fue avanzando lentamente. Como una suerte de invasión silenciosa que escalaba posición tras posición.

El tiempo siguió transcurriendo y la cosa se fue poniendo más espesa. Ustedes saben, vivimos épocas extrañas, épocas gobernadas por palabras extravagantes, grotescas. E-mail, Whatsapp, Chat, Tinder, Badoo. Y el correr de los días hizo que todo aclare y oscurezca simultáneamente, porque estas apariciones abrumadoras e incansables, terminaron por hacer síntoma en esa sub-especie de acoso en boga por éstos días: el hostigamiento textual. Así, en breve, mi celular dejó de ser solo mi celular para pasar a convertirse en una suerte de arma de uso prohibida expresamente por la Convención de Ginebra. Y ya lo preocupante no fue más su evidente pulsión neurótica vehiculizada en una avalancha irrefrenable de mensajes de textos, ventanitas de diálogo, y diferentes interpelaciones en formato de escritura, sino la manifiesta incapacidad para identificar lineas divisorias entre amor, obsesión, locura y co-dependencia emotiva.

Los acontecimientos llegaron a precipitarse de tal manera que pronto dejó de tener sentido intentar escapar, ella siempre se haría de algún artilugio para encontrarme, la manera de volver a sujetarme, situación que alimentaba un confuso sentimiento de culpa y hacía mella en la convicción de que -quizá- eso que me tocaba, eso que estaba aconteciendo, era mi karma. Debía serlo. El karma de llevar a cuestas y por tiempo indefinido a una acosadora serial. A una relación platónica, que se resistía a entender que el amor, al fin y al cabo, es hacer fuego con ramas húmedas. Era la profecía autocumplida hecha carne, concreción fáctica de esa máxima que siempre creí irrefutable: “Merecerás cada cosa que te suceda”. Y si el revoloteo de una mariposa en Pekín es capaz de provocar un tsunami en Manhattan, esto se parecía mucho a una condena ancestral que intentaba cobrarse con retroactivos el daño colateral inflingido en cada uno de mis amoríos. El asedio llegó a tal punto que la atmósfera se tornó irrespirable, y era hora de poner un corte. No fue fácil, debí ser cruel. Me vi obligado a serlo poniendo esta semblanza en palabras y, prácticamente, forzándola a leerla.

Así vinieron días oscuros, de fría venganza y soledad hospitalaria. Apeló a los recursos más viles que tuvo a su alcance para desacreditarme. Me acusó infinitamente de muchas cosas: de ser parte de la Sinarquía Internacional, miembro de la Francmasonería, propagador del Sionismo, agente encubierto del Estado Islámico, y puntero del PRO en la Comuna 14 de la CABA. De estar gordo, pelado, de tener la dentadura a la miseria, un testículo menos y un pezón de más. Y lo doloroso no era escucharla vociferar públicamente improperios a destajo, sino ser consciente de que algunas o muchas de esas cosas eran ciertas. Infructuosamente intente acercarme, intente explicarle que no debía tomase esa molestia, que bastante sabía de fracasar solo y sin ayuda de nadie. Pero era tarde.

Pasó ya un tiempo largo desde sus últimos arrebatos. Me siento raro, quién lo diría. Quizá fue acertado su vaticinio de que tarde o temprano terminaría extrañándola. Es que vivimos engañados pensando que el tiempo cura las heridas, y en realidad el tiempo no cura nada. El tiempo es, en si mismo, la herida. La historia relatada, por vulgar y ordinaria que sea, dejó secuelas, me hizo acreedor de un capital sólido en miedos y frustraciones. Debí refugiarme en la poesía, eso probablemente haya salvado mi vida. Como supo decirle aquel cartero a Neruda “La Poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita”.

Ahora, pasado el temporal, creo haber encontrado una cierta calma. Y créanme, es aterradora. Aquel ruido seco, secuenciado y repetido de a pares en la imaginaria puerta de mi casa resonará en mi cabeza por mucho tiempo. Fue mi karma. Lo era. Y muy merecido lo tuve.



@JoaquinitoAzcu
Grand Slam de Poesía Oral – Copa Feria del Libro

Santa Fe, 20 de Septiembre de 2015.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tres poemas en musa


Reencuentro

Quince años de invierno
y cuatrocientos kilómetros de distancia.
Metáfora de una historia;
paradoja de apariencia irresoluble.
Números que me obsesionan, 
pero que me inundan de vida.

Sos esos ojos rasgados.

Esa mirada que se posa sobre mí; 
un poema melancólico de Machado,
esas mariposas.
Que me llenan de un 'Se puede',
de un 'Esto sí vale la pena'.


Entresueños


Hoy, entresueños, decidí que quiero tenerte como compañerita de vida.
Fantasié nuestros cuerpos entrelazados, noche tras noche, eternamente;
Pude imaginarte en mi regazo, piel con piel, meciéndote, suave, sutil;
Y concluí: nada malo puede germinar entre tanto afecto.

Hoy, entredormido, escribí mentalmente estos primeros versos.
Contigo mis sueños son en prosa, musa de estrofas acarameladas;
Razón de mi deseo, motor de mis acciones, enfermera de mis miedos.
Sos el velo que todo lo tapa, que me embriaga, y no me importa que así sea.

Hoy, entresueños, decidí que quiero tenerte como compañerita de vida;
pero hasta dudo que así haya sido, si seré yo quien tomó esa decisión
O será todo esto que nos pasa, hermoso e insondable nos pasa,
quien estará tomando decisiones por mí. Y por nosotros.


Amor desinteresado

Me prometí quererte con desenfado

con estrofas puras de toda pureza.
Y descubrir una nueva forma de amar, 
sin correspondencia, sin esperanza, sin ligereza.

Me prometí que seguiría con esto, 

sin miedo a que dure poco. 
Sin miedo a que no sea lo esperado, 
sin miedo a volverme loco.

Porque el loco de toda locura,

por fuera de toda razón y consuelo,
una cosa seguro ha entendido:
Para poder ser feliz no se debe tener miedo.




@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 16 de Septiembre de 2015

jueves, 30 de octubre de 2014

Volver a Alfonsín

Lamentablemente me agarra este 30 de Octubre en plena fase de “lectura revisionista”. Esto no debiera ser algo para lamentar per-se sino fuera que el objeto de lectura es el proceso político que vivió nuestro país entre 1983 y 1989, y que no me va dar el tiempo para plasmar las muchas ideas y conclusiones a las pude arribar por estos días. Trataremos de hilvanar algunas ideas, pero sin prometer resultados fructíferos. Tampoco pretendo seguir escribiendo sin hacer, de entrada, la afirmación excluyente que motiva el escrito: Cada día que pasa me vuelvo más Alfonsinista.

Creo que ni siquiera al día de hoy podemos dimensionar lo que significó para Argentina que ese 30 de Octubre de 1983 haya resultado triunfador Raúl Alfonsín en lugar del Justicialista Ítalo Luder. Muchísimas cosas serías distintas de haber sido al revés. Porque hoy todos decimos, o podemos decir de manera muy trillada, que Alfonsín fue el padre de la democracia. Lo que no se escucha muy a menudo es que Alfonsín fue un buen padre de la democracia. Un padre que desde la impronta de su acción política, sumada a su impresionante capacidad de anticiparse a los hechos, supo conducir un proceso político que nos permitió como nación sentar cimientos firmes para abrir paso a una continuidad democrática que lleva 31 años, nos permitió empezar a creer que ese sistema -a pesar de lo perfectible- es el mejor sistema posible. El único, diría yo. Y lo hizo por sobre todas las cosas en tiempos en que hablar de Democracia no era solo hablar de elecciones o derechos políticos, sino que era hablar de la Guerra o la Paz, de la vida o la muerte.

Y también siento cierta envidia del alfonsinismo. Porque el alfonsinismo fue, quizá, el único gobierno Socialdemócrata auténtico y con todas las letras que ha tenido nuestro país en su historia. Condicionado por una infinidad de factores, y con muchos frentes abiertos al mismo tiempo, Raúl dejo un legado político en diferentes materias, en muchas de las cuales hoy podemos ver cierta continuidad en el gobierno kirchnerista. Porque convengamos: el kirchnerismo tiene mucho mas de '83 que de '73 aunque desde ambas trincheras lo nieguen, y haciendo siempre la salvedad de que la gestión alfonsinista podrá ser ampliamente criticada por su abrupto final, pero jamás por estar empapada permanentemente por sospechas de corrupción.

Pero entiendo que quienes somos y pertenecemos al socialismo no tenemos porqué ponernos colorados si nos sentimos seducidos por lo que fue el alfonsinismo histórico, porque no hay ninguna casualidad en eso. No podemos negar el emparentamiento ideológico, político y metodológico con ese primer gobierno democrático post dictadura. Porque es así como vamos a entender, por ejemplo, que el Partido Socialista haya acompañado la Ley de Servicios Audiovisuales, la estatización de los fondos de las Afjp y el rol otorgado al Banco Nacional de Datos Genéticos, tres proyectos de Alfonsín. Y sin dejar de mencionar la estrecha relación entre Raúl y el maestro Guillermo Estevez Boero (quién fue el puente y articulador fundamental para el incorporación de la UCR a la Segunda Internacional), o la convocatoria para que fomaran parte de su gobierno a los compañeros Alfredo Bravo y Héctor Polino.

Tampoco podemos dejar de hacer un mea culpa cuando el Alfonsinimo histórico y el Kirchnerismo, hoy, nos corren por izquierda. Erramos profundamente si el PS en el afán de seducir a cierto electorado comienza a emitir definiciones o conceptos alejados del núcleo ideológico socialdemócrata, ese que nos pertenece y acobija. Y después de haber escuchado muchas declaraciones que no fueron de mi agrado, me parece válido remarcar el error de estratégia que -como partido- cometeremos si abandonamos la vocación de representar el voto progresista, y el voto de las mayorias nacionales. Parafraseando al gran Raúl: Si la sociedad se hubiese derechizado, lo que el PS debe hacer en todo caso es prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservador.

A ver, supongamos que armamos un juego de comparaciones (que ya sabemos que siempre son odiosas, pero que en materia política son inevitables) entre lo que hizo Raúl, las medidas del gobierno kirchnerista, y algunas declaraciones de las principales referencias del Partido Socialista. Y -porqué no- jugar con lo que hubieran podido ser algunos posicionamientos hipotéticos a capricho de quien suscribe esta nota. Como el alfonsinismo tuvo como una de sus virtudes ser “un llavero” que abrió puertas -muchas de las cuales hoy siguen teniendo vigencia- vayamos tomando algunos ejes para comenzar el juego, por ejemplo:

1) La integración regional: podemos ver en la UNASUR una continuidad del impulso otorgado en los años ochenta a la integración comercial con Brasil, antesala de la creación del Mercosur. Con la llegada de UNASUR se debatió fuertemente la participación de Venezuela, nación que por sus recursos naturales se ha vuelto estratégica. Venezuela, desde la llegada del Chavismo, ha tenido un crecimiento en su gravitación geopolítica. Estoy convencido de que Raúl, ante la pregunta incómoda de algún cronista que hubiese querido hacerle pisar el palito, nunca hubiese dicho que de ser Venezolano hubiese votado por Maduro. Pero seguramente jamas hubiese dicho tampoco que hubiese votado por Capriles.

2) La ampliación de derechos civiles: La leyes de Matrimonio Igualitario y posteriormente de Identidad de Género hubieran sido impensables sin los avances en materia de patria potestad compartida, el divorcio vincular y la equiparación entre los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio. Lamentablemente, la despenalización del aborto sigue siendo una deuda de la democracia, sobre este tema las apariciones de la mayor referencia del socialismo a nivel nacional, el compañero Hermes Binner, me han dejado preocupado. Nobleza obliga salvó la ropa con su posicionamiento sobre el consumo personal (http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/105564-binner-hay-algunas-sustancias-pueden-ser-despenalizadas-para-el-consumo).

3) Las Relaciones Internacionales: El rechazo a las “relaciones carnales” con EE.UU. y el establecimiento de una relación bilateral con menos sumisión y más dignidad reconocería sus antecedentes en la gestión de Alfonsín, basta recordar el reclamo a EE.UU. por el bloqueo a Cuba, (siendo Raúl el primer presidente latinoamericano electo por su pueblo que visitó la Isla) o la oposición a la intervención militar de los “contras” en Nicaragua. Hoy, en plena disputa por los fondos buitres, hubo declaraciones de referentes del PS que salieron a pedir “mayor respeto por la primer economía del mundo”.

4) Otros items: En el terreno de los derechos humanos sería muy difícil mantener viva la memoria histórica del terrorismo de Estado, o los actuales juicios y condenas a genocidas que se estan dando a lo largo y ancho del país, si no hubieran existido la Conadep, el Nunca Más, y juicio a las juntas. Alfonsín también entró en conflicto con la oligarquía agropecuaria (a mi entender la pieza oratoria de la Rural es uno de los discursos mas emocionantes que jamas haya visto, al punto de erizarme la piel cada vez que lo reproduzco en YouTube); también durante el gobierno de Alfonsín se empezó a destapar la historia siniestra de Papel Prensa ya que también tuvo un fuerte enfrentamiento con el Grupo Clarin (motivado por fundamentos bastantes mas genuinos que los del kirchnerismo) y hasta supo identificar en algún discurso a “la derecha” como el obstáculo de las transformaciones en favor de las mayorías populares. Nosotros, hoy, decimos que creemos en la mano invisible del mercado, y somos ambivalentes a la hora de dar definiciones sobre una posible alianza con el PRO.

En fin, seguramente es injusto y caprichoso el juego de comparaciones que intenté configurar en párrafos previos. Pero también son un intento de provocación. Un intento de provocación a esa militancia del PS que poco a poco ha empezado a naturalizar ciertos conceptos y a perder capacidad de asombro cuando le toca, desde los medios de comunicación, escuchar definiciones que le hacen ruido. El socialismo debe recuperar la senda de la socialdemocracia, sustentada en los hechos (donde tenemos mucho de bueno para mostrar) pero también en los dichos. No sirve citar como loros los ejemplos frentistas del FA Uruguayo y la CONCERTACION Chilena, si a la hora de que tenemos un micrófono en frente emitimos definiciones que apuntan a debatirle el electorado a Massa, Macri y Scioli.

Al kirchnerismo hay que criticarlo fuertemente por las cosas que hace mal (que son muchas, y que son las que terminaron por configurar un hartazgo social importante), pero no por las que hace bien. El año que viene se cumplirán doce años de gobierno kirchnerista y vemos como, a pesar de que hayan tomado una senda histórica que conjugó la mística militante de los 70' con una parte de la agenda reciclada de los 80', LA DECADA GANADA no logró sacar al país de la pobreza, ni achicar la terrible brecha de desigualdad, ni cambiar la matriz productiva de manera que pueda permitirnos tener otra perspectiva a futuro. Al día de hoy, tampoco parecieran estar tomando nota de esto, ni empezando a transitar un camino de definiciones en este sentido.

Creo que una agenda socialdemócrata, progresista y de izquierda no debería perder de vista esto. Y ya se hicieron las 13:58 hs. de este jueves 30 de octubre, y llevo dos horas escribiendo lo que pensaba iban a ser algunas palabras deshilachadas. Parece que había cosas para decir. Espero no haber enojado a nadie con lo expuesto en esta columna. La idea fue intentar retomar algunos aspectos del alfonsinismo histórico, pero porque con Raúl Alfonsín se puede apreciar algo que es clave en política: Eso de que cuando se quiere se puede. En política todo es posible, gente, solo es cuestión de voluntad.



@JoaquinitoAzcu

Santa Fe, 30 de octubre de 2014

martes, 7 de octubre de 2014

Reflejos inconscientes

Una cabeza traicionera es de los peores males que pueden tocar. Sin que siquiera sospechemos, ella puede convertirse en una perra descorazonada que no hará mas que jugarnos malas pasadas. Y jamás se encargará de impedir que nuestra propia neurosis nos someta. Nos deje huérfanos y desnudos en la intemperie. Porque la sensación de estar gobernado por tu neurosis es equivalente a salir a caminar por el desierto del Sahara: horas y horas haciendo círculos sobre nuestros propios pasos.


La mía suele mutar. Hay momentos pequeños, escasos, en que logro comprender el sin sentido de la vida. Y eso, lejos de incomodarme, me acoge. Y logra contenerme al menos por los próximos quince segundos. El problema es seguir empeñado en mencionar el futuro. Como si realmente pudiera haber alguno. Pero no es solo mi cabeza. Las cosas que pasan por este corazón... Eso si que da miedo.


@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 8 de Octubre de 2014.

lunes, 28 de julio de 2014

"Otro Río" (Texto de Sonia Luz Todoro): debatiendo nuevos roles Masculinos-Femeninos

Hoy ponemos alfombra roja en el blog para abrir paso a un notable y preclaro escrito que me acercara el amigo Américo Yuarman -como él mismo se autodenomina-, redactado por mi vieja querida, Sonia Luz Todoro. Ya en el año 1997, la Sonia esbozó algunas ideas referidas a los inevitables avances en materia de género que venían/vienen aconteciendo en nuestra época, no solo abordándolo desde un plano teórico sino también indagando sobre cómo este cambio de paradigma empezaba a vivenciarse en el transcurso de la vida cotidiana.

Podría atreverme a ensayar una suerte de debate ficticio y atemporal con mi madre, en el que me atrevería a discutir alguno de los párrafos del texto, pero sería un tanto absurdo y grotesco de mi parte hacer eso, desconociendo que el mismo fue elaborado hace -nada mas ni nada menos- 17 años. Ese dato lo hace más sorprendente aún: el hecho de que a pesar de que podamos tener tantos años de ventaja y la innumerable aprobación de leyes sociales que han ampliado la visión sobre una perspectiva de género (identidad de género, leyes de protección contra la violencia hacia la mujer, Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, Matrimonio Igualitario, etc) este escrito aún siga conservando muchísima vigencia.

Sin tanto más preludio, va el texto:



OTRO RÍO

Este es un siglo de continuas mutaciones. Los seres humanos no terminamos de acomodarnos a una nueva situación, cuando ya se está instalando otra que la reemplaza. Quizás por esto las sociedades se han vuelto tan violentas y la depresión se ha convertido en una endemia.

En medio de este vértigo donde quedan pocos lugares sagrados e indiscutidos van ocurriendo cambios en los roles masculinos y femeninos que comprometen la esencia misma de siglos de cultura patriarcal. Pareciera ser que lo que ha marcado en forma decisiva esta transformación ha sido el cambio de actitud de las mujeres. Ella se ha corrido de un estado de sometimiento y pasividad hacia otro de libertad y autogestión, todo en menos de cincuenta años.

El hombre asiste a esta revolución de falda y make up duramente cuestionado en lo que hasta ayer había compuesto las estructuras básicas de su confirmación de varón. Ya nadie hoy lo concibe como el absoluto encargado de ejercer el poder, impartir la ley y ser único sostén económico de su familia. Siempre habrá cerca una señora que le recordará que ésta es una sociedad democrática que le permite tener pensamiento propio y hasta puede disputarle ese poder.

Cuando la humanidad hace su entrada gloriosa a la modernidad va dejando atrás centurias de estancamiento. Hay una explosión de las artes, las ciencias y las costumbres que lo conducen a un camino de permanente progreso. La vida de las comunidades cambia rotundamente. En este salto cualitativo el hombre se enfrenta con su libertad y se descubre como individuo.

En la Edad Media carecía de la posibilidad de decidir por sí mismo. Estaba anclado en un rígido orden social que lo determinaba como artesano, pastor o guerrero y esto se repetía de generación en generación. Pese a esta falta de movilidad no se hallaba aislado, se sentía parte de un orden natural y su vida poseía una significación que le brindaba todas las respuestas. Al transformarse en ser social moderno adquiere la facultad de elegir pero esto no le da sosiego.

El hombre está solo frente a su individualidad y se siente perdido. Este paralelismo con nuestro tiempo nos induce a suponer que algo de aquello podría estar ocurriendo. El mandato social que fijaba cual era el lugar que debían ocupar los hombres y mujeres ha caído en total desuso. Ya nadie cree en estereotipos. Sin embargo aquellas normas daban un marco de seguridad y pertenencia donde el conflicto quedaba acotado.

A la hora del balance ni féminas ni caballeros podemos establecer cuánto se ha ganado y cuánto perdido en este cambio.

Más allá de situaciones provocadas por resabios machistas que se resisten a desaparecer hoy las mujeres estamos liberadas a nuestras propias decisiones y esto parece fantástico. Pero hacer pie en lo público para buscar un espacio de auto abastecimiento y crecimiento personal sin abandonar nuestro universo privado genera fatiga y mucha zozobra.

También el varón extravía la brújula cuando debe cuidarse en sus dichos y actitudes para no ser considerado un cro-magnon irremediable, además de tener que aceptar que a la dura batalla que el mundo actual le impone, se le ha sumado un nuevo competidor: la mujer y por lo tanto se enfrenta a nuevas reglas de juego.

Todos estamos rodeados de circunstancias a veces extraordinariamente favorables y otras notablemente adversas. Ideas, modas, hábitos, todo muere joven. Su utilidad es precaria y efímera. La perdurabilidad caduca a cada minuto.

Cómo entonces arriesgar una definición categórica sobre qué es hoy ser hombre o ser mujer. Difícil.
Todo está demasiado confundido y la soledad golpea nuestras vidas. Nos sentimos huérfanos de referentes que le daban sentido a la existencia y vemos imponentes cómo nuestro andamiaje de creencias y valores se va desmoronando.

Este panorama tan sombrío parece no dar lugar a la esperanza. Sin embargo aún cuando arrecia la derrota los humanos al final siempre hallamos el camino y esto ya se está notando.

Hombres y mujeres comenzamos a visualizar al otro como alguien a quien no debemos someter o proveer, al que debemos demostrar cuán autosuficiente, superiores o mañosos somos.

No renunciar a nuestra identidad sexual, incorporando todo lo nuevo sin provocar instancias bélicas, propiciar un encuentro más relajado y más auténtico.

Particularidades aparte, lo bueno es redescubrir desde mi condición de mujer que el varón sigue siendo el mejor invento de la creación para movilizar nuestros sentimientos y nuestras hormonas.
Compartir el amor con un señor todavía es un hecho conmovedor y vigente que asegura nuestra estadía en este planeta espléndido.


Sonia Luz Todoro

(Estos textos fueron publicados en la recopilación “Desde el taller”, integrada por producciones del taller de escritura de Luis Salvarezza, en diciembre de 1997).



martes, 15 de julio de 2014

Quiero jugar a las escondidas con vos, Lio

Seis años me toco tener cuando ese pase en cortada, exquisito, de Diego entre dos marcadores alemanes llego a los pies de Burruchaga, quien emprendió una carrera loca que terminaría en la coronación de la segunda copa del mundo para Argentina en su historia. De ese México '86 tengo muy pocos recuerdos, algunos muy borrosos. Decían que la Plaza de Rosario del Tala se llenó impresionantemente esa tarde de julio, como pocas veces sucedió en mi pueblo natal.

El Pancho, mi viejo, enojado recordaba hace días “ojala salgamos campeones así puedo festejar por primera vez un mundial como corresponde, porque en el '78 los milicos coparon la plaza, la gente festejó igual, pero a mi me hicieron sentir muy incómodo. Y en el '86 llegamos de nuevo a la plaza y se repitió la postal: los milicos queriendo congraciarse con la gente habían sacado la banda a tocar al rededor de la plaza. Me termine yendo”. De Italia 90 -ya con diez años- también tengo recuerdos fugaces, y mas bien de estricto carácter hogareño: ver todos los partidos en familia, acomodarse en los mismos lugares para respetar las cábalas, prender velas ubicadas estratégicamente en la casa, en ese departamento chiquito pero lleno de recuerdos de Barrio Jardín.

Pensar que tuvimos que esperar 24 años para volver a sentir esas sensaciones únicas e irrepetibles. Y eso me despertó escribir algunas palabras: Para agradecerle a esa jauría de lobos -así definió a nuestra selección el mismo Schweinsteiger, el Mascherano Alemán- habernos hecho pasar un mes inolvidable. Un mes que duró un mes. Por habernos devuelto sensaciones, alegrías, tristezas, que hace 24 años no sentíamos. Por haberle regalado a mi generación la posibilidad de estar en una final más del mundo, y a las generación de pibes diez años mas chicos que yo vivir la suya por primera vez. Fue increíble eso, ver la emoción de chicos de 25 o 26 años en las calles, esa alegría genuina y distinta. Esa alegría que se te dibuja en la cara y no querés que termine.

Agradecerles que pude reencontrarme dos veces en un mes con mis amigos, con los de siempre, esa banda uruguayense que jamas me deja a gamba, y con quienes por primera vez pudimos disfrutar y vivir todas esas emociones juntos. Va a ser inolvidable. Y lo vamos a seguir comentando por décadas. Lo mismo para la banda loca santafesina, con quienes sufrimos los penales, y la desazón de la final. Las lagrimas con vos, amor, que nos gusta y sentimos el fútbol por igual.

Lamentablemente nuestra bipolaridad social fue más fuerte. Y cuatro horas bastaron. Sí, en solo cuatro horas pasamos de enarbolar la figura de Mascherano y los valores supo transmitir -la nobleza, la entrega, la solidaridad, valores con los que nos sentimos identificados por creer que rigen mayoritariamente nuestra conducta y nuestra vida cotidiana- para pasar al vandalismo televisados en vivo por los canales de TV. Como si haber perdido la final no hubiera sido lo suficientemente doloroso. Y también menos de cuatro horas nos llevó bajarlo al enano, a Lio, a Messi, de la categoría de Semi-Dios/salvador, para comenzar a tildarlo de cagón, de esconderse siempre en la difíciles. 48hs después del partido esa pulsión enfermiza de buscar siempre un responsable, señalar con el dedo y proyectar frustraciones, no ha cesado aún. Grave error, el partir de la convicción de que argentina esta siempre “obligada” a ganar el mundial. Cualquier mundial. Bajo las circunstancias que sean.

El fútbol parece ser el espejo fálico en el que nos miramos como nación, y esa manía de compararnos con el resto intenta convencernos de una necesidad ficticia de ser los mejores en algo. Y el sentido de pertenencia que genera el fútbol para los argentinos no lo genera ninguna otra cosa. Solo así se puede llegar a entender cómo apenas minutos después del pitazo final del domingo salimos a cuestionar a Messi de manera tan despiadada.

Es cierto: Lío no jugó lo que esperábamos en los últimos tres partidos. También es justo preguntar qué figura del mundial jugó bien en las instancia de definición de esa competición. Porque no puedo respetar en términos futbolísticos a quienes siguen pretendiendo que Messi, él solo, nos salve de no se qué, o que sigan comparándolo con Maradona diciendo que no es como Diego. Porque no, gente, Messi no es Maradona. Entiendanlo y supérenlo. Messi es Messi. El mejor jugador de esta era, nada más ni nada menos. Pero con características muy diferentes a las de Diego. Messi como jugador necesita compañía, ser abastecido, y gente con quien poder descargar la pelota. Pero si además de eso el DT le pide que se sacrifique por el equipo, como le toco hacerlo en la Copa -ej, al tener que moverse por zonas que no son las suyas- y el tipo va y lo hace, es evidente que quiere ganar como sea, aunque eso signifique brillar menos. Para sacarse el sombrero. Porque a mi me demostró que quería ganar por encima de ser el mejor, cuestión que quedó muy clara cuando la FIFA le entregó el Balón de Oro al mejor jugador de la copa. Esa cara. Esa carita lo dijo todo. Los que lo critican hoy, por apenas diez centímetros, no lo estarían haciendo.

Nos toco perder contra el mejor equipo del planeta. El fútbol es así. Copa merecida para Alemania, por lo hecho en este mundial, y por la trayectoria de los dos anteriores. No sé si por la final, fue muy pareja. Se nos escapó por muy poco. Por tan poco se nos escapó que no entiendo como es que Messi se puede haber escondido tanto. Si a eso le llaman esconderse, dejame jugar a las escondidas con vos Lío. Para siempre.


@JoaquinitoAzcu

Santa Fe, 15 de Julio de 2014

lunes, 31 de marzo de 2014

“El niño proletario”: Lamborghini, los linchamientos y la historia repetida

La historia y sus repeticiones. Tenia razón el inefable Carlitos Marx, cuando decía que la historia y sus repeticiones se dan, primero, en formato de tragedia y luego como farsa. Todos pareciéramos terminar respondiendo al discurso que baja desde los medios hegemónicos, que intenta hacernos creer que la historia de la especie es la historia de la violencia. Y solo eso.

Ya mucho se escribió sobre el pibe rosarino, David Moreira, asesinado por una horda brutal, deshumanizada, cobarde. No viene al caso repetir palabras. En todo caso mi idea es compartir con ustedes cual fue la asociación que hizo mi cabeza ante la irrupción mediática de los linchamientos públicos a “ladrones”, “choros”, “malvivientes”, que este país de tan buena gente pareciera empezar a tomar como práctica cotidiana.

Un escritor olvidado, un bohemio, un peronista, alma genial y sobreabundante, el genial escritor neobarroco Osvaldo Lamborghini, publicaba en 1973 un texto revulsivo, provocador, “El niño proletario”. Recuerdo que lo leí por primera vez allá, por Enero de 2005. Tenía apenas 24 años, y al día de hoy no puedo borrarlo de mi cabeza (aclaro, para quienes sean impresionables, no recomiendo leerlo).

Por estos días, el caso de barrio Azcuénaga lo rescato nuevamente de mis recuerdos, y creo pertinente compartirlo. Porque seguramente el gran osvaldo, con su prosa inigualable podrá hacernos reflexionar mucho sobre de dónde venimos, y hacia dónde estamos yendo.

Saludos, tómense quince minutos, lean el texto. Piensen.

@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 31 de marzo de 2014


El niño proletario

Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria.
Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario.
El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado.
En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario.
Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado! cada vez que, filtrado por el hambre, ¡Estropeado! no acertaba a entender sus explicaciones. Nosotros nos divertíamos en grande.
Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al nino proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror.
Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hombre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, enseguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. Como la única herencia que puede dejar es la de sus chancros jamás se abstiene de dejarla. Hace cuantas veces puede la bestia de dos espaldas con su esposa ilícita, y así, gracias a una alquimia que aún no puedo llegar a entender (o que tal vez nunca llegaré a entender), su semen se convierte en venéreos niños proletarios. De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se completa.

¡Estropeado!, con su pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo y los periódicos bajo el brazo, venía sin vernos caminando hacia nosotros, tres niños burgueses: Esteban, Gustavo, yo.
La execración de los obreros también nosotros la llevamos en la sangre.
Gustavo adelantó la rueda de su bicicleta azul y así ocupó toda la vereda. ¡Estropeado! hubo de parar y nos miró con ojos azorados, inquiriendo con la mirada a qué nueva humillación debía someterse. Nosotros tampoco lo sabíamos aún pero empezamos por incendiarle los periódicos y arrancarle las monedas ganadas del fondo destrozado de sus bolsillos. ¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con la cara blanca de terror
oh por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la atmósfera que nos envolvía de dorado color.
A empujones y patadas zambullimos a ¡Estropeado! en el fondo de una zanja de agua escasa. Chapoteaba de bruces ahí, con la cara manchada de barro, y. Nuestro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía contraída por un espasmo de agónico placer. Esteban alcanzó un pedazo cortante de vidrio triangular. Los tres nos zambullimos en la zanja. Gustavo, con el brazo que le terminaba en un vidrio triangular en alto, se aproximó a ¡Estropeado!, y lo miró. Yo me aferraba a mis testículos por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio ululante, agónico placer. Gustavo le tajeó la cara al niño proletario de arriba hacia abajo y después ahondó lateralmente los labios de la herida. Esteban y yo ululábamos. Gustavo se sostenía el brazo del vidrio con la otra mano para aumentar la fuerza de la incisión.
No desfallecer, Gustavo, no desfallecer.
Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación.
Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación.
Porque Gustavo parecía, al sol, exhibir una espada espejeante con destellos que también a nosotros venían a herirnos en los ojos y en los órganos del goce.
Porque el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo gris, mugriento y desflecado.
Esteban se lo arrancó y quedaron al aire las nalgas sin calzoncillos, amargamente desnutridas del niño proletario. El goce estaba ahí, ya decretado, y Esteban, Esteban de un solo manotazo, arrancó el sucio tirador. Pero fue Gustavo quien se le echó encima primero, el primero que arremetió contra el cuerpiño de ¡Estropeado!, Gustavo, quien nos lideraría luego en la edad madura, todos estos años de fracasada, estropeada pasión: él primero, clavó primero el vidrio triangular donde empezaba la raya del trasero de ¡Estropeado! y prolongó el tajo natural. Salió la sangre esparcida hacia arriba y hacia abajo, iluminada por el sol, y el agujero del ano quedó húmedo sin esfuerzo como para facilitar el acto que preparábamos. Y fue Gustavo, Gustavo el que lo traspasó primero con su falo, enorme para su edad, demasiado filoso para el amor.
Esteban y yo nos conteníamos ásperamente, con las gargantas bloqueadas por un silencio de ansiedad, desesperación. Esteban y yo. Con los falos enardecidos en las manos esperábamos y esperábamos, mientras Gustavo daba brincos que taladraban a ¡Estropeado! y ¡Estropeado! no podía gritar, ni siquiera gritar, porque su boca era firmernente hundida en el barro por la mano fuerte militari de Gustavo.
A Esteban se le contrajo el estómago a raíz de la ansiedad y luego de la arcada desalojó algo del estómago, algo que cayó a mis pies. Era un espléndido conjunto de objetos brillantes, ricamente ornamentados, espejeantes al sol. Me agaché, lo incorporé a mi estómago, y Esteban entendió mi hermanación. Se arrojó a mis brazos y yo me bajé los pantalones. Por el ano desocupé. Desalojé una masa luminosa que enceguecía con el sol. Esteban la comió y a sus brazos hermanados me arrojé.
Mientras tanto ¡Estropeado! se ahogaba en el barro, con su ano opaco rasgado por el falo de Gustavo, quien por fin tuvo su goce con un alarido. La inocencia del justiciero placer.
Esteban y yo nos precipitamos sobre el inmundo cuerpo abandonado. Esteban le enterró el falo, recóndito, fecal, y yo le horadé un pie con un punzón a través de la suela de soga de alpargata. Pero no me contentaba tristemente con eso. Le corté uno a uno los dedos mugrientos de los pies, malolientes de los pies, que ya de nada irían a servirle. Nunca más correteos, correteos y saltos de tranvía en tranvía, tranvías amarillos.
Promediaba mi turno pero yo no quería penetrarlo por el ano.
—Yo quiero succión —crují.
Esteban se afanaba en los últimos jadeos. Yo esperaba que Esteban terminara, que la cara de ¡Estropeado! se desuniera del barro para que ¡Estropeado! me lamiera el falo, pero debía entretener la espera, armarme en la tardanza. Entonces todas las cosas que le hice, en la tarde de sol menguante, azul, con el punzón. Le abrí un canal de doble labio en la pierna izquierda hasta que el hueso despreciable y atorrante quedó al desnudo. Era un hueso blanco como todos los demás, pero sus huesos no eran huesos semejantes. Le rebané la mano y vi otro hueso, crispados los nódulosfalanges aferrados, clavados en el barro, mientras Esteban agonizaba a punto de gozar. Con mi corbata roja hice un ensayo en el coello del niño proletario. Cuatro tirones rápidos, dolorosos, sin todavía el prístino argénteo fin de muerte. Todavía escabullirse literalmente en la tardanza.
Gustavo pedía a gritos por su parte un fino pañuelo de batista. Quería limpiarse la arremolinada materia fecal conque ¡Estropeado! le ensuciara la punta rósea hiriente de su falo. Parece que ¡Estropeado! se cagó. Era enorme y agresivo entre paréntesis el falo de Gustavo. Con entera independencia y solo se movía, así, y así, cabezadas y embestidas. Tensaba para colmo los labios delgados de su boca como si ya mismo y sin tardanza fuera a aullar. Y el sol se ponía, el sol que se ponía, ponía. Nos iluminaban los últimos rayos en la rompiente tarde azul. Cada cosa que se rompe y adentro que se rompe y afuera que se rompe, adentro y afuera, adentro y afuera, entra y sale que se rompe, lívido Gustavo miraba el sol que se moría y reclamaba aquel pañuelo de batista, bordado y maternal. Yo le di para calmarlo mi pañuelo de batista donde el rostro de mi madre augusta estaba bordado, rodeado por una esplendente aureola como de fingidos rayos, en tanto que tantas veces sequé mis lágrimas en ese mismo pañuelo, y sobre él volqué, años después, mi primera y trémula eyaculación.
Porque la venganza llama al goce y el goce a la venganza pero no en cualquier vagina y es preferible que en ninguna. Con mi pañuelo de batista en la mano Gustavo se limpió su punta agresiva y así me lo devolvió rojo sangre y marrón. Mi lengua lo limpió en un segundo, hasta devolverle al paño la cara augusta, el retrato con un collar de perlas en el cuello, eh. Con un collar en el cuello. Justo ahí.
Descansaba Esteban mirando el aire después de gozar y era mi turno. Yo me acerqué a la forma de ¡Estropeado! medio sepultada en el barro y la di vuelta con el pie. En la cara brillaba el tajo obra del vidrio triangular. El ombligo de raquítico lucía lívido azulado. Tenía los brazos y las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase. Con el punzón le alargué el ombligo de otro tajo. Manó la sangre entre los dedos de sus manos. En el estilo más feroz el punzón le vació los ojos con dos y sólo dos golpes exactos. Me felicitó Gustavo y Esteban abandonó el gesto de contemplar el vidrio esférico del sol para felicitar. Me agaché. Conecté el falo a la boca respirante de ¡Estropeado! Con los cinco dedos de la mano imité la forma de la fusta. A fustazos le arranqué tiras de la piel de la cara a ¡Estropeado! y le impartí la parca orden:
—Habrás de lamerlo. Succión—
¡Estropeado! se puso a lamerlo. Con escasas fuerzas, como si temiera hacerme daño, aumentándome el placer.
A otra cosa. La verdad nunca una muerte logró afectarme. Los que dije querer y que murieron, y si es que alguna vez lo dije, incluso camaradas, al irse me regalaron un claro sentimiento de liberación. Era un espacio en blanco aquel que se extendía para mi crujir.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Era un espacio en blanco.
Pero también vendrá por mí. Mi muerte será otro parto solitario del que ni sé siquiera si conservo memoria.
Desde la torre fría y de vidrio . De sde donde he con templado después el trabajo de los jornaleros tendiendo las vías del nuevo ferrocarril. Desde la torre erigida como si yo alguna vez pudiera estar erecto. Los cuerpos se aplanaban con paciencia sobre las labores de encargo. La muerte plana, aplanada, que me dejaba vacío y crispado. Yo soy aquel que ayer nomás decía y eso es lo que digo. La exasperación no me abandonó nunca y mi estilo lo confirma letra por letra.
Desde este ángulo de agonía la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto.
Los despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más. Mi mano los palpaba mientras él me lamía el falo. Con los ojos entrecerrados y a punto de gozar yo comprobaba, con una sola recorrida de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. Se ocultaba el sol, le negaba sus rayos a todo un hemisferio y la tarde moría. Descargué mi puño martillo sobre la cabeza achatada de animal de ¡Estropeado!: él me lamía el falo. Impacientes Gustavo y Esteban querían que aquello culminara para de una buena vez por todas: Ejecutar el acto. Empuñé mechones del pelo de ¡Estropeado! y le sacudí la cabeza para acelerar el goce. No podía salir de ahí para entrar al otro acto. Le metí en la boca el punzón para sentir el frío del metal junto a la punta del falo. Hasta que de puro estremecimiento pude gozar. Entonces dejé que se posara sobre el barro la cabeza achatada de animal.
—Ahora hay que ahorcarlo rápido —dijo Gustavo.
—Con un alambre —dijo Estebanñ en la calle de tierra don de empieza el barrio precario de los desocupados.
—Y adiós Stroppani ¡vamos! —dije yo.
Remontamos el cuerpo flojo del niño proletario hasta el lugar indicado. Nos proveímos de un alambre. Gustavo lo ahorcó bajo la luna, joyesca, tirando de los extremos del alambre. La lengua quedó colgante de la boca como en todo caso de estrangulación.

(Extraído del libro “Sebregondi Retrocede”. Osvaldo Lamborghini, Ediciones Noé, Buenos Aires, Septiembre de 1973)


lunes, 23 de diciembre de 2013

La rebeldía por ganar



El calendario gregoriano, sublime creación humana para sostener el imaginario tiempo, nunca miente. Arremete con su irreductible dosis de realidad y vuelve a ponernos en la encrucijada del año que se va: resignación o rebeldía.



¿Seremos apresurados en condenar, o cargarle culpas a esos 365 días, solo por el hecho de cumplir con su labor, la de transcurrir? Cada uno de nosotros padecemos suficientes dramas como para no ceder a la tentación de la indiferencia. Ese cómodo refugio. El cual, solo en alguna ocasión que lo justifique irremediablemente, puede hasta salvarnos la vida. Pero solo ahí, en ese límite, es valido ser indiferentes.



Porque afuera de la indiferencia esta eso que llamamos vida. Esa derrota en cómodas cuotas. Ese compendio de logros nimios y fracasos monumentales, que no deja de ser todo esto que tenemos. Eso fue el 2013. Al menos para mí, y sin intenciones de caer en la autorreferencia berreta, seguro para muchos más también. Sinsabores, insultos al aire, una amiga íntima -la Pi, te sigo recordando, divina!- que decidió partir antes, para abrir camino y después contarnos cómo es todo por allá. Perdidas irremplazables. A veces pareciéramos querer caminar hacia delante, pero solo encontramos pasos que vuelven. Una y otra vez.



Y por suerte la razón y yo no nos llevamos del todo bien. Nos llevamos a duras penas. Tenemos que vivir en este cuerpo. Juntos. Como un par de condenados. Pero sobrevivo a ella, y hago que las emociones también formen parte de mis días. De los días por venir. Caminando con un legado marcado en el inconsciente: la fe inquebrantable en la felicidad.



Un año más pasó. Nunca es tarde para lo que viene, paro lo que dejamos, paro lo postergado. Ni para los postergados. Elegir la rebeldía por sobre la resignación es una decisión de vida. Que se cimienta día a día, se riega como una plantita, para que eche raíces profundas. Muy profundas.



Porque al fin y al cabo, amigas y amigos, no hay rebeldía posible sin felicidad posible.





@JoaquinitoAzcu

Santa Fe, 23 de Diciembre de 2013.