No
me voy a detener en el debate vacuo sobre si Cuba es una revolución
o una Dictadura. Tampoco quiero detenerme a discutir cuántos fueron
los logros y cuáles los excesos de un sistema de gobierno que lleva
casi 60 años de existencia en ese país. No pretendo con estas
líneas intentar dilucidar falsas consignas, que inexorablemente nos
lleven a conclusiones inconclusas, a debates ficticios, a una espiral
interminable de argumentos desencontrados: sobre si Cuba SI o Cuba
NO, sobre si blanco o negro, River-Boca, Beatles-Rolling's, Billiken
o Anteojito.
Y
la razón por la que no me interesa discutir Cuba en términos de
antinomia tiene
que ver
con
haber llegado
a la siguiente conclusión: Cuba
sos vos.
Cuba sos
vos, Cuba soy
yo. Cuba somos todos. Debatir Cuba es debatir
las contradicciones y tensiones mismas de nuestra condición, o mejor
dicho, discutir el zoon
politikon
Aristotélico, discutir al hombre como animal político. Dudo que
haya existido un proceso social y político más impregnado de
humanidad que el de la Revolución Cubana, o como dijera Marx, nada
de lo humano le fue
ajeno. Tanto a Cuba, como a su mayor hacedor y referente, Fidel
Castro Ruz.
La
muerte de Fidel fue
el acto simbólico que puso
fin al Siglo XX. Y
con
ello
se reabren nuevos escenarios e interrogantes, tanto para Cuba como
para el resto del Mundo, porque el mundo también debe decidir qué
hacer con Cuba, nunca debemos dejar de tener presente que existe un
Bloqueo sobre la isla, que lleva 56 años. Cada vez que debatamos
sobre ese pequeño pedazo de tierra perdido en el Caribe, no debemos
perder de vista que -aún hoy- se la continúa
sometiendo
sistemáticamente a un bloqueo económico y político brutal,
situación que puede
llevarnos
a concluir lo siguiente: no podemos evaluar con la misma vara, e
iguales parámetros, los hechos políticos e históricos que rodean a
Cuba y compararlos con el devenir de cualquier otro país del
planeta.
Y
a pesar de esos 56 años de bloqueo, Cuba tiene muchas cosas para
mostrar y sentirse orgullosa: es dueña de uno de los mejores
sistemas en salud y educación de habla hispana, contando con -según
datos de UNESCO- la tasa más baja de analfabetismo. Cuba es el país
con menor indice de mortalidad infantil en todo el continente; los
porcentajes en materia de inseguridad son los mas bajos de toda
américa, y esto es fácilmente comprobable, sorprende ver a cubanos
y cubanas caminando por las callecitas de la Habana Vieja o por el
Malecón, a cualquier hora de la noche, tomados de la mano,
abrazados, distendidos, sin ningún miedo.
Cuba
nunca volvió a ser la misma desde la caída del muro en 1989. El
llamado Período Especial golpeó fuerte a la isla, viéndose
obligada a vivir en una austeridad absoluta. Austeridad que no surgió
de haber sanjado aquel viejo debate de los incentivos morales por
sobre los materiales, sino del fracaso de la revolución en
desarrollar una economía sustentable a mediano y largo plazo, que
abandone la dependencia exclusiva del monocultivo de azúcar, y la
industria del tabaco.
Pero
como dijimos al princio, Cuba tiene su lado B. Dueña como nadie de
sus propias contradicciones, así como se pueden mencionar muchos de
sus logros, Cuba también es la Cuba de los excesos en materia de
control social; de la persecusión incansable a opositores y a
ciertas minorías; de la evidente escaces de derechos políticos e
individuales. Cuba no es mi modelo político de referencia, tuve mi
divorcio con los fusilaminetos de abril de 2003, hecho que en aquél
momento dasató un fuerte debate entre los intelectuales de izquierda
en el mundo, y que tuvo a Saramago como su principal vocero: “Hasta
aquí he llegado”, fue la frase del conocido pensador. Y fuimos
muchos.
Entiendo
que existen muchas libertades por conquistar, pero que serán (y
deben ser) los própios cubanos los encargados de ir abriendo brechas
en su propia historia. No lo haremos nosotros desde acá, sentados
frente al televisor y rodeados de las bondades que nos propone el
capitalismo y la sociedad de consumo -como si realmente pudiéramos
ponernos en ejemplo de algo-, ni tampoco lo deben hacer aquellos que,
escudados en el discurso de la democrácia y la libertad, han
sometido a naciones enteras a lo largo de la historia, al amparo de
proyectos imperialistas invasivos.
Quizá
la muerte de Fidel termine
siendo
una contribución más a la historia de Cuba. Quizá la partida de
ese lider indiscutido, con sus blancos, grises y negros, sea una
bisagra que proporcione
aire fresco a
ese ideal
de lucha por una sociedad más justa e igualitaria, que
supo
impregnar
a esa
gesta de 1959. Para que se
renueven las voces, para que la palabra recobre centralidad, y la
batalla de ideas revuelva todo lo que haya para revolver.
Ese
anhelo de libertad
es
el que
inspiró Fidel con la llegada del Granma, y que transformó a Cuba en
un país digno y soberano, la que debe marcar el paso en la vida de
los cubanos. Y que pueda ser esa Cuba, una vez más, quien
resignifique y pueda darle un nuevo sentido al principio de
autodeterminación de los pueblos.
@JoaquinitoAzcu
Santa Fe, 2 de diciembre de 2016